Desde el primer minuto, Hotel Farida se siente como un pequeño oasis: check-in ágil, equipo amable y genuino (siempre con soluciones y buenas recomendaciones) y una habitación impecable, silenciosa y con cama muy cómoda. La ducha tiene buena presión y agua caliente estable; el Wi-Fi funcionó sin fallas para subir fotos y organizar el día.
La ubicación es práctica para moverse, con todo lo necesario cerca, y el desayuno es variado, con toques locales que se agradecen. En general, la atención es discreta pero presente: ayudan con traslados, tours y tips honestos sin intentar venderte “lo de siempre”.
Después de varios días de viaje, aquí realmente descansas. Volveríamos sin dudarlo: gran relación calidad-experiencia y hospitalidad que se nota.