Lejos de ser un hotel típico de la Alpujarra, se convirtió en un hogar gracias a Víctor y su mujer, siempre atentos a nosotros, preocupándose por nuestras comidas, nuestro itinerario y nuestra comodidad. Realmente adorable el entorno, el trato y la atención. No está en el trasiego de pampaneira y capileira, ya que es lo más conocido, aquí es relax absoluto, y eso que fuimos con niño